¿Cuántas «ciudades sin ley» no conocemos, aunque sea de oídas, porque no tenemos valor para entrar en ellas?
Una vez más Alejandro Nieto, pone el dedo en la llaga, subrayando una gran paradoja del Derecho y la responsabilidad de los poderes públicos ante las ciudades sin ley. Por un lado, las normas penetran en los ámbitos más recónditos, en la intimidad del ser humano. Por otro, se hace la vista gorda ante las ciudades sin ley. De su artículo destacamos lo siguiente:
“En el campo, especifica lo que se puede cultivar y el volumen de las cosechas. Ni se detiene siquiera en el umbral de la intimidad familiar y detalla las relaciones de los hijos con los padres y con los abuelos y hasta se atreve a vigilar el dormitorio conyugal…
En otros casos, en fin, el legislador «no puede» intervenir porque los afectados son más fuertes que él.