La financiación y una ópera de Donizetti (Francisco Sosa Wagner, en El Mundo, 30 de enero de 2009)

La financiación y una ópera de Donizetti (Francisco Sosa Wagner, en El Mundo, 30 de enero de 2009)

Señala el autor que nuestro genio organizativo carece de fronteras que puedan apreciarse a simple vista. Esta observación, dice, se constata con el sistema que estamos inventando para la reforma de la financiación de las comunidades autónomas. “Hasta ahora, los Estados federales habían ensayado y practicado diversos modelos, pero tan original como La financiación y una ópera de Donizetti el nuestro no existe ejemplo en el Derecho comparado”.

Con esta introducción se refiere Francisco Sosa Wagner al ir y venir de los presidentes autonómicos al Palacio de la Moncloa y a la generosidad del presidente del Gobierno, que recuerda, por querer contentar a todos, “a la magnífica figura de Dulcamara de la ópera de Donizetti L´elisir d´amore, que contaba con un elixir para cada avería como ahora hay un fondo para cada necesidad”. Leer más

Ante esta situación, subraya F. Sosa Wagner el proceso llevado a cabo en Alemania, donde en el verano de 2006 el Parlamento federal alemán estuvo en condiciones de aprobar una nueva versión de parte de la Constitución de 1949 –“el retoque de unos cuantos artículos de la Constitución federal que allí todos acatan y cumplen”- destinada a modernizar un sistema federal que hacía agua por muchos costados. Y cuenta, por si puede servir de algo, lo que está ocurriendo en estos momentos en Alemania, donde “el derecho tributario es competencia de la Federación; los Lander, en asuntos que les afectan, codeciden, pero en general hay pocos impuestos -y no muy relevantes, la segunda vivienda, por ejemplo-, que éstos pueden establecer autónomamente. El impuesto de la renta se reparte entre la Federación, los Lander y los municipios; los ingresos por el valor añadido, por su parte, se los llevan la Federación y los Lander”. 

Está en funcionamiento una comisión, conocida como Föderalismuskommission II, que se ocupa de la financiación de los Lander. Dice F. Sosa Wagner que hay conflictos cuando la Federación aprueba leyes cuyas consecuencias financieras soportan los Lander o los municipios: una previsión federal, verbigracia, respecto a las plazas de guardería infantil. En este caso, señala, a partir de ahí, son los Lander los que han de prestar el apoyo económico a los municipios que las gestionan. También reconoce que “se dan otros muchos casos que convierten a estas formas mixtas de ejercicio de competencias y de financiación en ejemplos de prácticas burocráticas poco eficaces, que, además, desdibujan las responsabilidades políticas y limitan el control democrático”.

 Pero en este sistema, “para garantizar el equilibrio interterritorial, se reparten cada año 30.000 millones entre cinco Lander ricos y 11 pobres”. Son cantidades –advierte- destinadas a compensar a los más desfavorecidos pues la Constitución obliga a los poderes públicos a asegurar a todos los alemanes unas iguales condiciones de vida. Hay argumentos que nos suenan: “Los Lander que pagan se consideran castigados y, al final, en peores condiciones que los que reciben, lo que conduce a que también, por esta vía, se haga borrosa la responsabilidad de las autoridades de tales Lander”. Hay otros problemas que están siendo examinados por el Tribunal Constitucional de Karlsruhe, como el que se refiere al endeudamiento. Más parecidos con la situación española: afirma F. Sosa que hay diversas propuestas sobre la mesa para resolver todo este embrollo… Los Lander han adquirido mucho poder político porque los sucesivos gobiernos federales han dependido de ellos en el Bundesrat para aprobar sus leyes.

Por eso, dice F. Sosa, de lo que se trata con la reforma I y con esta II es limitar ese poder para conjurar el peligro de que el Estado alemán, privado de mecanismos eficaces para garantizar la unidad y la solidaridad, se convierta en una simple agregación de Lander. Apunta también que hay una III Comisión en el horizonte que se ocuparía de la disminución del número de Lander, “porque se estima que 16 son demasiados y que muchos de ellos carecen de la pertinente consistencia poblacional y económica”. Al final, afirma, “quedarían alrededor de seis para los 80 millones largos de habitantes de la República Federal Alemana”. Son problemas de difícil solución, pero se abordan. Quizá por eso se pregunta el autor para qué se habrá molestado en escribir dicho artículo “porque, bien mirado, ¿qué tenemos que ver nosotros con los alemanes?”

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