No le falta razón a Francesc de Carreras. La situación a la que se ha llegado en Cataluña en estos últimos años sólo se puede explicar por la espiral del silencio.
En un clima donde predomina el miedo al aislamiento y a la exclusión frente a la marea nacionalista, que es la única que habla sin temor alguno, el autor acierta al afirmar que un punto de vista llega a dominar la escena pública cuando los demás —aunque en el punto de partida fueran mayoritarios— enmudecen. En efecto, ganan aquellos que tienen “energía, entusiasmo, ganas de expresar y exhibir sus convicciones” y pierden quienes callan".
Lo que está ocurriendo en Cataluña es -como acierta a ver Francesc de Carreras- que se han instalado una serie de "verdades oficiales" que poco o nada tienen que ver con la realidad. Como él dice, se ha creado un clima político en Cataluña a lo largo de estos años ha alcanzado sus fines: ampliar el número de partidarios de la independencia. Se ha orquestado "una campaña basada en una manipulación de las llamadas balanzas fiscales para intentar convencer a los catalanes que estaban financieramente discriminados, llegándose a utilizar términos —“España nos roba”, “expolio catalán”— que eran un puro insulto al resto de españoles. Todo ello en medio de una gravísima crisis económica que fue aprovechada por los nacionalistas para argumentar que la única salida viable era la independencia".
En este contexto, indica dicho autor que: "Podría argüirse con poderosos argumentos que el actual Estado de las autonomías protege perfectamente estos hechos diferenciales que distinguen a Cataluña. Por un lado, la lengua catalana nunca ha tenido mayor desarrollo que en estos años de democracia: no sólo es oficial sino que es ampliamente conocida y hablada. Por otro, en ningún momento de la historia el territorio de Cataluña se ha constituido como organización política independiente, sea cual fuere la época de la que hablemos: a lo más disfrutaba de autonomía dentro de una entidad más amplia. Por último, las competencias de la Generalitat en cultura y derecho civil —esta última interpretada con la máxima amplitud— permiten decir que ambas están más que garantizadas".
En fin, que una situación así sólo tiene remedio rompiendo la espiral del silencio.